Mujeres para la acción política

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Por: Ángela Paloma Martín

A pesar de que la Ley de Igualdad de aprobó en 2007 en España, es en esta legislatura cuando se ha conseguido el mayor porcentaje de mujeres en el Parlamento español, puesto que habrá un total de 138 diputadas, es decir, un 39,42%. Nunca antes se había conseguido este dato. Y aunque no se acerque a la igualdad, sí se acerca a la paridad que perfila una proporción de 60/40 para cualquiera de los sexos. Esta información es un paso, y motivo de alegría. Pero aún insuficiente. ¿Por qué? Porque aún son muchas las barreras que hay que saltar frente a los problemas que atañen a las mujeres y no son sólo de igualdad, sino también de derechos y oportunidades.

Los titulares de los medios de comunicación torturan nuestra vista para despertar nuestras conciencias un día sí y otro también. Y con razón. “Ser mujer, un riesgo mortal para muchas latinoamericanas” y La inclusión de las mujeres, una batalla pendiente (El País), “¿Qué partido presenta las listas más paritarias para las elecciones generales?” (eldiario.es), “¿Por qué han matado a cinco mujeres en cinco días?” (El Mundo), “El Gobierno cuenta 12 asesinadas por violencia machista menos que la Fiscalía” (BEZ.es), “La diferencia salarial entre hombres y mujeres en España supera la media europea” (El Confidencial). Y así sucesivamente. Pero… ¿Mostrarlo cada día es suficiente? No, evidentemente no. Son muchos los problemas que nos rodean, que nos persiguen, incluso acabando con nuestras vidas. Aún son muchos los problemas relacionados con igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el mundo. Y al igual que los medios de comunicación llenan de portadas mostrando los problemas como noticias, al resto de personas que están en puestos de decisión se les llena la boca de intenciones que nunca parece que se materialicen en compromisos.

Más acción para el cambio colectivo

En pleno siglo XXI siguen existiendo obstáculos que dificultan el liderazgo de las mujeres en política, a pesar de que la evolución de la sociedad y la transformación de la familia requieren de un estilo de liderazgo más femenino, como afirma la investigadora Susana Pulido. Obstáculos como el querer y no poder acceder a puestos de liderazgo y toma de decisión, problemas de crítica y soledad de la mujer cuando ya está en cargos políticos, y el “problema que supone para las demás mujeres, el hecho de que la mujer que llega a situación de liderazgo se olvide de llevar a cabo políticas y estrategias de igualdad de género”, sentencia Pulido.

Pero, el romper con esos obstáculos depende de todos y también de nosotras mismas. El momento actual que vivimos de crítica unitaria y de frustración colectiva, demanda de más diálogo, de nuevas y más relaciones con personas y entre personas, de optimizar la gestión del tiempo y trabajar más de manera conjunta. Esto que demanda el momento actual social y político no podría hacerse sin las mujeres puesto que las mujeres poseen estas capacidades de manera innata. Y esas capacidades innatas que poseemos las mujeres son, según la bióloga Helen Fisher, son habilidad verbal, capacidad para interpretar posturas, gestos, expresiones faciales y otros signos no verbales, sensibilidad emocional, empatía, excelente sentido del tacto, del olfato y del oído, paciencia, capacidad para pensar y hacer varias cosas simultáneas, una amplia visión contextual de las cosas (…), talento para crear redes de contacto y para negociar (…), preferencia para cooperar, llegar a consensos y liderar sirviéndose de equipos igualitarios.

El futuro será con nosotras o no será. Pero uno de los pasos más importantes que hay que dar es ganar presencia política para tener la posibilidad de hacer más cosas que impliquen más cambios sociales. La primera acción es “estar” porque es necesario y pertinente no porque el cargo que se representa, se represente porque es “lo que toca”. Y hay que decir “no” a tiempo cuando son los hombres los que ofrecen cargos para que hagamos las mujeres lo que ellos deciden. Hay que aprovechar las oportunidades, no ser oportunistas engañándonos a nosotras mismas, porque entonces alimentaríamos la bestia de la desigualdad. El victimismo no nos ayuda y, además, no lo necesitamos. Por otro lado, hay que olvidar los prejuicios y afrontar el riesgo como una oportunidad para el éxito, romper el techo de cristal y denunciar las críticas –muchas veces injustas- que recibimos cuando se tiene poder. Cuanta más participación, más acción política. Cuanta más acción política, más oportunidades para la humanidad.

Educación para la igualdad

El talento no tiene género, que diría May Ferreira. Tampoco la inteligencia. Es por eso que deberíamos hacernos muchas preguntas acerca de leyes y medidas que tomamos para que las mujeres sean más, pero que no implica necesariamente una mejor democracia o una mejor calidad democrática, como por ejemplo… ¿serían machistas las cuotas? Según publican Andrés Santana, Xavier Coller y Susana Aguilar después de una investigación sobre las parlamentarias regionales en España, “distintos estudios coinciden en señalar que, aunque las representantes llegan a un número creciente al legislativo, no desempeñan un papel relevante en las cámaras”. Y este es el principal punto que hay que cambiar. Cuando se llega al poder, no se trata de que lleguen más mujeres para contentar al electorado o incluso para contentar a los hombres del partido político. Se trata de llegar para hacer más política y más política representativa. Puede interpretarse de la “ley de desproporción creciente” de Robert Putman, mencionada por Santana, Coller y Aguilar, que “los grupos menos favorecidos de una sociedad están tanto más infrarrepresentados cuanto mayor es la valoración social, el prestigio o el poder que confiere una determinada posición”. En la política y en el sector privado se refleja día tras día una infrarrepresentación social.

La educación es el primer paso para la igualdad, y para la igualdad de oportunidades. Educar para la igualdad. Educar en igualdad. No, el talento no tiene género, ni la inteligencia, ni el esfuerzo, ni la reflexión, ni la capacidad. Los colegios y la infancia son el primer punto de arranque para educar en valores no sexistas, empezando por el lenguaje. No hay colores de niños o de niñas, tampoco deportes de niños o de niñas, como no hay cargos políticos de hombres o mujeres. Hacemos lo que nos gusta, lo que nos hace felices y se potencian habilidades y competencias en función de lo que mejor se sabe hacer. Analizar estudios nos lleva a pensar que, desde la infancia, hay que trabajar más por desarrollar y potenciar habilidades innatas, sobre todo de las mujeres, que permitan hacer más cuando se llega a posiciones de influencia. No podemos permitir escuchar más veces que “las mujeres, con mayor frecuencia que los hombres, desarrollamos actividades políticamente poco relevantes”. Porque las mujeres han hecho mucho, pero… ¿se visibiliza? Hoy las TiCs son, además, una oportunidad para el empoderamiento y la visibilidad de las acciones de las mujeres por la sociedad, por causas que son justas para avanzar de manera colectiva. Si no se lucha por estar y permanecer cuando se está en puestos de influencia, no dará tiempo a implementar acciones a largo plazo que eviten problemas que se siguen arrastrando, como la desigualdad salarial o la violencia machista.

“Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución”, dijo Malala Yousafzai, como la educación también es libertad. Libertad de ser, libertad de pensar y decidir qué ser y hasta dónde se quiere llegar.

Fuente: Blog De Cerca