Por: Amyeris Piñero
Los procesos electorales que se desarrollan en el siglo XXI, debido a las complejidades de un mundo cada vez más dinámico, cambiante, necesitan ser cada día más competitivos, más definidos en término de sus estrategias en campañas electorales, por lo que están siendo desarrollados por profesionales que, en tiempos de antaño, no se vinculaban a dicha actividad, como es el caso de los comunicadores, ingenieros en sistemas, publicistas, especialistas en marketing, entre otros; todo ello, debido a que el carisma de los líderes, candidatos, dejó de marcar la hoja de ruta, de grabar su impronta como único factor determinante para salir airosos de una elección en todos sus niveles (Local, Regional, Nacional y/o Internacional) y frentes (elecciones en organizaciones públicas, privadas, etc.).
Lo que está ocurriendo, es demostrable, si se tantea, por ejemplo, el número de consultoras que, en diferentes países, Iberoamericanos como México, Chile, Argentina, Colombia, España, o, de habla inglesa, como Estados Unidos, entre otros., se encargan del diseño, estrategia, manejo del entorno, de las redes sociales, de los medios de comunicación masivos y metodologías de la comunicación en campañas electorales.
Es por ello que la Comunicación, el Marketing Político y el Electoral se han posicionado como elementos inamovibles e indispensables para el juego democrático de la libre elección en los últimos años, sin embargo, el estudio, desarrollo o simple ejercicio de la comunicación política a secas, es aún más compleja que definirla en pocas palabras, ya que su definición, debe ser capaz de dar cuenta de una propiedad fundamental de la disciplina, a saber, que con ella se logra comprehender, percibir y, en momentos cruciales, puede modificar el comportamiento colectivo, desde el cotidiano hasta las relaciones más intrincadas posibles, a través de mecanismos que podrían comenzar en la participación de los electores, activismo político y otros espacios de presión social.
Dentro de este proceso, participan, por igual, partidos políticos, medios de comunicación (televisión, radio, periódicos electrónicos, revistas digitales, entre otros), entes gubernamentales de comunicación, redes sociales, universidades, instituciones de investigación social que, con sus características particulares, sirven de mediadores entre las estructuras sociales y políticas, los políticos en su condición de representantes y la sociedad en su conjunto, no obstante, la comunicación fue problematizándose, al punto de simbolizar un desafío, y por ello se tuvo que ampliar el mercado, la competencia en sí, las estrategias y, sobre todo, los planteamientos tanto teóricos como prácticos desde donde se piensa, se estructura y se planifica una campaña en términos políticos.
La estrategia, en dicho sentido, es considerada el punto de inicio, la piedra de toque de las campañas. El proceso de diseño y maquetado de las decisiones en materia de estrategia, es un trabajo conjunto, trazado por un molde que se constituye desde la imagen del candidato, considerando, además, componentes como los fenómenos políticos, económicos, sociales y culturales del momento, así como desde el estudio exhaustivo de las fortalezas y debilidades del candidato y sus oponentes.
La construcción del contenido de las estrategias políticas, puede pasar por ciertos lineamientos básicos, los cuales brindan una plataforma para la estructura comunicativa del candidato:
La estrategia electoral debe evitar concentrarse en la opinión pública, y debe, por tanto, interpretar los múltiples datos e informaciones que proporcionan los electores a través de cada vivencia política, económica, social, cultural, entre otras., lo que permitiría generar un diagnóstico más preciso y una idea profunda del escenario político a enfrentar.
No existe una estrategia perfecta, por lo que está expuesta a diversos costos, no solo económicos, sino también políticos, es por ello que se debe estructurar con base a diversos escenarios, ya sean adversos o favorables, permitiendo potenciar las fortalezas del candidato o las posibles debilidades de los adversarios tras la elección de la decisión más óptima, en definitiva, la que represente menor pérdida para el candidato.
La estrategia no cumple su cometido, si no representa, cabalmente, las aptitudes del candidato, ni mucho menos, si no se internaliza como propia, por parte del candidato, el mensaje tras la campaña.
El escenario de una campaña electoral tendiente a llevarse el trofeo, por lo general, se encuentra sincronizado, íntegramente, al liderazgo, la gestión, el modelo político, las conductas sociales y las ideologías de un determinado país, sobre todo, encuentra los diferentes discursos, apuestas políticas y características de los diferentes candidatos, un medio idóneo para poder alcanzar, victoriosa, la elección, pero, ¿qué se interpela, constantemente, en cada proceso electoral?
¿existe un cambio en la disposición real de la política, o, es mero cambio discursivo? ¿son reformas de cuál tipo? ¿son nuevos liderazgos, o, son los mismos de antaño? Saber responder a dichas interrogantes, marca la dinámica de las elecciones del mundo, más allá de una eficiente respuesta a la argumentación detrás de los spots políticos.
Una vez definido el escenario de la campaña electoral, se consideran las ventajas que poseen los candidatos, aquellas que determinan, a través de múltiples factores que cruzan transversalmente la personalidad del político (carisma, liderazgo, capacidad, entre otros), el pensamiento político (partidismo, ideología, posición ante temas de interés), la gestión pública (si la tiene), el historial político del partido o partidos que lo apoyan, las propuestas de gobierno, entre otras, conformando así, un espectro de herramientas con la que cuentan los políticos para enfrentarse a un proceso electoral.
La meta es alcanzar el cargo de elección popular, a fin de cuentas, ganarle al adversario, sin embargo, debe ser capaz, más allá de ello, de incluir, en cada discurso, meeting, arenga, etc., momentos propios del país, su historia, idiosincrasias, problemas sociales, pudiendo inclinar la balanza, de momentos, a su favor.
Varios candidatos se plantean incluso como objetivo inicial realizar un buen papel y así, utilizar la elección para posicionarse dentro del espectro político, lo que le podría brindar bases más concretas en futuros procesos electorales. Aquí, se hace fundamental el papel de los asesores y consultores políticos, ya que son ellos los encargados de trabajar, junto al candidato, los objetivos fundamentales dentro de una estrategia electoral. Si dicha conversación no se da con la premura necesaria y con la rigurosidad que merece, el costo político puede ser mucho mayor del esperado.
La imagen y el concepto de la campaña es fundamental, ya que con ella se genera el argumento, el discurso capaz de captar mayor cantidad de seguidores de una idea, un proyecto político en específico, sin dejar espacio a especulaciones o vacíos respecto a lo que el candidato busca durante su posible mandato, independientemente de los recursos con los que se cuenten y las circunstancias que rodeen, posteriormente, su mandato. Si en el proceso ocurren errores, la campaña electoral comenzará debilitada, ya que las falencias serán divulgadas en cada discurso, afiches públicos, eslogans en los medios y demás actos públicos, dañando, por ejemplo, la credibilidad del candidato. Estas dispersiones son enemigas de la buena estrategia político-electoral, ya que permite que se instalen múltiples conceptos que terminan por generar confusiones en el electorado, además de malgastar tiempo, recursos económicos y humanos.
Las campañas se construyen a través de los intereses objetivos de los ciudadanos; por lo que hablar de un tema que englobe a toda la sociedad, al igual que decir que todos los votos cuentan, representa una distorsión del análisis político fundamental. Todo comienza realizando estudios de opinión precisos, que muestren a un público objetivo en especial -edad, nivel socioeconómico, localización y geolocalización (esta última utilizada mayormente en las investigaciones y estudios practicados en las redes sociales y demás tecnologías de la información y comunicación), ideología, entre otros factores.
Dentro de los tópicos que aventajan, según la opinión de la sociedad, a ciertos candidatos, es decir, la elección del tema, puede circunscribirse los discursos en torno a la inseguridad, la educación básica y superior, reformas constitucionales, desempleo, política exterior, entre otros., sin embargo, no representa, en sí, una primacía para considerar un discurso apto de otro, que, por el contrario, no lo está. La mayoría de los consultores políticos, prefieren cumplir con al menos tres características bases que den espacios a inclusión de otras que vayan acordes a la personalidad del candidato, el tipo de campaña, objetivos, y que, además, brinde solidez a la estrategia:
Ser percibido como importante, relevante, para el electorado objetivo, de lo contrario no captará la atención de los votantes.
El público objetivo debe considerar que el tema, y con él, las propuestas plasmadas en un programa de gobierno, son solucionables a través de una acción gubernamental.
La percepción de diferentes propuestas entre los diversos partidos, sin menospreciar que estén basadas en el mismo problema.
Nuevamente la concentración es clave, ya que la selección de múltiples temas traería como consecuencia la dispersión, que mencionamos anteriormente, y que desviarían nuestros objetivos y debilitarían la estrategia. Los temas no deben ir más allá de los comunes, los que sabemos sin necesidad de estudios profundos (inseguridad, desempleo, etc.), por lo que su selección se dificulta aún más, así que, el asesor debe ser capaz de determinar junto al candidato y al equipo de trabajo, los factores importantes para la realidad política y social del país, incluyendo, prestar atención a los discursos, debates, y demás declaraciones que estén enmarcados según la agenda política interna, es decir, que vayan acordes al cargo para el cual se está postulando. El candidato debe exponer los argumentos centrales, los relevantes e importantes para el país, para el conglomerado de los futuros votantes, y dejar de lado, aquellos argumentos que se encuentren desprovistos de lógica, de realidad, de situación para así evitar que, los adversarios en campaña, saquen ventaja de la situación posicionándose en la intención de voto de los electores.
El candidato, a su vez, debe conocer las debilidades y fortalezas del contrincante, al momento de debatir, presentar y/o desarrollar, expositivamente, los temas más susceptibles, a fin de poder tomar provecho de situaciones de riesgo.
Fuente: Política Comunicada