Por: Daniel Eskibel
Hillary Clinton cometió 10 errores fatales que la llevaron ciegamente hacia su noviembre negro y la sepultaron bajo el muro de votos de Donald Trump.
Porque en política los errores se pagan caro.
Y lo triste es que candidatos y campañas recién lo advierten cuando ya es demasiado tarde y la derrota les pesa como una lápida.
La pregunta inquietante es si tú mismo no estarás cometiendo algunos de esos errores.
10 errores fatales de la estrategia política de Hillary
No se trata de errores tácticos, de esos que se cometen inevitablemente en toda campaña. La táctica política opera en el corto plazo y siempre sabe de algunos tropezones: un discurso poco feliz, un evento inesperado que se maneja mal, un spot televisivo fallido, un lapsus durante una entrevista, un tweet inadecuado…
Pero la táctica solo define el resultado electoral en el caso de que exista un cuadro equilibrado en materia de estrategia. Porque lo que define la elección es finalmente la estrategia política y su diseño a mediano y largo plazo.
La estrategia es ‘the big picture’, el cuadro general que incluye todas las variables que verdaderamente están en juego. Y al mismo tiempo es ‘the long game’, la carrera de fondo a lo largo de un tiempo políticamente prolongado.
Los 10 errores fatales que cometió Hillary Clinton en su estrategia política fueron los siguientes:
- Menospreciar al adversario
- Atacar sus debilidades
- Creer que la política es solo debate de ideas
- Confiar más en lo demográfico que en lo psicológico
- Desconocer qué emociones busca provocar
- Carecer de una imagen visual potente que vertebre la comunicación política
- Comunicar solo para la parte racional del cerebro
- Dejar lugar para el enojo
- Convertir al rival en la estrella de la campaña
- Desvanecerse en la complejidad
Veamos con mayor detenimiento cada uno de estos errores.
Estudia científicamente a tu adversario y su electorado
La campaña de Hillary nunca pensó seriamente que el excéntrico y polémico Donald Trump sería una amenaza política real. Lo vieron con una mezcla de condescendencia, enojo y cierto aire de superioridad intelectual y moral.
Pensaron que era solo una curiosidad, un detalle extraño, un evento que jamás iría más allá siquiera de las primarias republicanas. Jamás se lo imaginaron como Presidente de los Estados Unidos de América. Jamás.
¿Qué debes hacer siempre?
Estudiar a tu adversario con la mayor apoyatura científica de la cual puedas disponer. Y estudiar especialmente a su electorado. No para descartarlos con soberbia como hizo Hillary sino para comprender cómo viven, cómo piensan, cómo sienten y por qué estarían dispuestos a apoyar a tu adversario y no a ti.
Y junto con eso: monitorear sistemáticamente la campaña que tienes enfrente. Comprender en profundidad cómo operan y cual es su lógica.
Bonus track: las redes sociales deben estar previstas en la estrategia política más como un puesto de escucha y observación que como un altavoz mediático.
Ataca las fortalezas de tu rival
Hillary hizo lo que prescribe el marketing político tradicional: atacar las debilidades del rival.
Pero tu rival no llegó al lugar que ha llegado porque su electorado no perciba esas debilidades sino a pesar de que las percibe. Las personas no son tontas: ven esas debilidades casi del mismo modo que tú las ves. Pero las diluyen y las minimizan con la potencia de las fortalezas que ven. Y lo votan por eso: por sus fortalezas.
Entonces si atacas sus debilidades no lo vas a derrotar porque la clave no está ahí. Lo que tienes que hacer es atacar justo en sus fortalezas, en su línea de flotación. Porque si rompes ahí, pues rompes su campaña.
Parece algo contraintuitivo pero es rigurosamente así.
Bonus track: toda fortaleza política lleva implícita una zona débil en su interior.
Coloca tu personalidad en el centro de la escena
‘Sin personalidad eres una mosca’, escribía años atrás el publicista catalán Joaquín Llorente.
Y es cierto. Las personas no votan ideas, votan personas. Seres humanos reales, de carne y hueso, creíbles. Las ideas se encarnan en esas personas, toman su cuerpo, su forma, su fisonomía, su personalidad.
Hillary Clinton es habitualmente percibida como más bien fría y distante. No se trata de que lo sea realmente o no. Pero así es percibida y eso es lo que vale. Más que un problema de personalidad es un problema de estrategia porque durante toda su carrera política ha jugado a ser ‘políticamente correcta’. Entonces su discurso termina siendo bastante estereotipado y previsible y su personalidad queda escondida detrás de sus ideas.
¿Cual fue la personalidad que ocupó el centro de la campaña presidencial?
La de Trump.
Los mismos demócratas hicieron eje en la personalidad de Trump. La subrayaron, la resaltaron, la destacaron. Fue para criticarlo, claro está, pero la gente decodifica los mensajes políticos con su propio mapa de la realidad. Decodificación aberrante, diría Umberto Eco, porque lee el mensaje en direcciones completamente diferentes a las de sus emisores.
¿Qué leyeron buena parte de los votantes?
Que Hillary era un conglomerado de ideas y Trump una persona real. Boom! Jaque mate! Con eso ya basta.
Bonus track: Miguel Ángel decía que su trabajo era descubrir la escultura que se escondía dentro de la piedra. Lo mismo debe hacer un estratega político: descubrir lo más valioso de la personalidad del político y ponerlo en el centro de la campaña.
La psicología manda
La campaña de Hillary hizo un marketing ‘políticamente correcto’. Buscó los segmentos demográficos que serían su coalición ganadora: mujeres, latinos, negros y todo el arco de la diversidad americana. Sumados son más, claro.
¿O acaso no?
Pues no. Las matemáticas demográficas ya no son operativas para una campaña exitosa. Los datos duros de la sociología o la geografía estallan reventados por los datos blandos de la psicología.
Piénsalo. Dos personas del mismo sexo, la misma edad, la misma profesión, la misma clase social, el mismo nivel de instrucción y el mismo origen étnico pueden vivir en universos diferentes y paralelos.
¿Por qué?
Por su personalidad, sus valores, su estilo de vida, sus pautas de consumo. Ahí están las diferencias. Ahí están las motivaciones. Ahí están los segmentos psicosociales que una campaña tiene que construir.
Lo demográfico sigue pesando lo suyo, claro. Pero la clave de la estrategia política está en los perfiles psicográficos. La psicología manda.
Bonus track: 2500 años de historia de la psicología tienen algo valioso que decir sobre los votantes. Una estrategia política sin psicología es simplemente una torpeza.
Provoca emociones
Provocar emociones no es crearlas sino despertarlas. Es detectar cuales son las emociones subyacentes en tu target y activarlas, ponerlas en acción. No las inventas sino que las disparas.
La campaña de Trump provocó consistentemente 2 emociones: miedo y enojo. Emociones que ya existían con independencia de lo que hiciera o dejara de hacer Trump. Pero toda la campaña estaba enfocada en colocar disparadores para hacerlas saltar una y otra vez.
Y ya sabes: las emociones son contagiosas. No puedo imaginar un contenido que sea más viral que una emoción.
En el diseño estratégico de Hillary las emociones brillaban por su ausencia. Y en el desconcierto táctico que sobrevino luego aparecieron 2 emociones: miedo y enojo. El manotón de ahogado era buscar que los ciudadanos sintieran temor frente a la posibilidad de victoria de Trump y que también sintieran ira frente a su personalidad.
Lo único que logró ese viraje fue incrementar en la sociedad el miedo y el enojo, las 2 emociones que favorecían a Trump. No se puede derrotar al miedo con más miedo. No se puede derrotar al enojo con más enojo. Intentarlo es desconocer la psicología de las masas.
Bonus track: la decisión de voto se basa en las emociones. La razón viene después a justificar y explicar lo ya decidido.
Construye imágenes con palabras
El muro. Un gran muro. Una enorme pared de piedra. Una valla infranqueable.
Esa fue la gran imagen visual de la campaña presidencial.
Todos hablaron sobre esa imagen. Todos imaginaron ese muro. Todos lo vieron en su mente. Lo cual significa que Trump estuvo todo el tiempo dentro del cerebro de todos.
Adentro, no afuera.
Adentro del cerebro de sus partidarios, pero también de sus adversarios y hasta de los indiferentes.
Una imagen visual potente es como un caballo de Troya: te coloniza por dentro, se infiltra en tu interior y opera desde allí.
¿Qué imagen visual potente desplegó la campaña de Hillary?
¿Acaso recuerdas alguna?
Yo recuerdo solo una: el botón nuclear en manos de Trump. No es tan nítida ni tan repetida como la del muro, pero además es contraproducente. Porque visualizar esa imagen implica visualizar a Trump ya como Presidente. Grave error.
No puedes dejar que tu gran imagen visual de campaña no exista o simplemente aparezca de modo casual durante las escaramuzas tácticas. Esa imagen visual debe estar establecida desde un principio en el centro de tu estrategia política.
Bonus track: el cerebro humano es primordialmente visual, pero nunca olvides que las imágenes más potentes las construímos con palabras.
Comunícate también con el inconsciente del público
La campaña de Clinton apuntó su comunicación política hacia un público que no existe: personas planas, unidimensionales, superficiales, correctas, que solo se manejan en el plano de la consciencia.
Hace más de 100 años que Sigmund Freud descubrió que lo consciente es apenas la parte visible del iceberg y que el inconsciente es el gran gigante sumergido que no vemos pero que en gran medida determina nuestra vida y nuestras decisiones.
Lo racional es en nosotros un islote, importante pero apenas un islote en un océano de irracionalidad. Una campaña que solo le habla a nuestra parte racional es como un mapa que ignora y niega la existencia del océano.
Piensa por ejemplo en el famoso muro de Trump.
En el plano consciente implica una controversia política sobre los inmigrantes.
Pero en el plano inconsciente puede disparar múltiples asociaciones mentales relacionadas con la protección, el peligro que viene desde fuera, el peligro interior de los impulsos, la fortaleza propia, las fronteras psicológicas entre el adentro y el afuera, la distancia personal con los demás, los mecanismos defensivos y un largo etcétera.
Si tu campaña, como la de Hillary, solamente brinda contenidos dedicados a la parte más racional de los votantes…pues poco a poco se va secando y endureciendo. Porque la vida psicológica es mucho más amplia y mucho más profunda que eso. Por eso también debes brindarle contenidos a eso otro, a ello, a lo irracional, al inconsciente.
Trump lo hizo.
Deliberado o no. Pero lo hizo.
Si tu campaña ignora lo inconsciente, pues entonces chocará contra ello como el Titanic.
Bonus track: “El camino es fatal como la flecha, pero en las grietas está dios que acecha” escribía en algún lugar Jorge Luis Borges. En las grietas de la política no hay dioses, pero el que acecha es el inconsciente.
El que se enoja pierde
Algunos políticos confunden el ataque y la defensa con el enojo, la ira, la reacción destemplada. Una confusión peligrosa, por cierto.
Tu estrategia política debería decidir por anticipado cuándo, cómo y por qué te vas a defender o vas a atacar. De esa manera el ataque y la defensa serán más un procedimiento quirúrgico que una explosión momentánea. Porque es cosa juzgada que quien se enoja pierde. Siempre.
Donald Trump pudo atacar duramente sin enojarse. Muchas veces atacó violentamente pero su mirada y su gestualidad delataba que lo hacía fríamente. Y la dureza de sus ataques era consistente con todo su posicionamiento.
Pero Hillary Clinton no estaba estratégicamente preparada para el ataque y la defensa. Entonces aparecía su expresión facial de enojo, su mirada fulminante, su sonrisa irónica y sus micro-expresiones de odio hacia su rival.
Mucho antes de enfrentar tu próxima campaña debes decidir qué hacer con tu ira. Primero debes darle un marco estratégico al ataque y la defensa. Y luego deberás adecuar la parte personal. Si eso implica psicoterapia, pues al diván! Y si es un coaching, pues que lo sea. Esto también es estrategia política.
Lo que tienes que lograr es atacar o defender cuando estratégicamente es bueno hacerlo y no cuando te domina la ira. Y hacerlo con calma para que el foco de atención del público no sea tu enojo sino tu ataque o tu defensa en sí mismos. Recortados plenamente sobre un fondo tranquilo.
Bonus track: si no logras manejar tu ira menos vas a poder dirigir tu país. Resuelve eso antes de encarar una campaña electoral.
Brinda soluciones a los problemas de tu target
Para que tus votantes salgan de su casa y concurran a votarte deben sentir que comprendes sus problemas y que puedes ayudarlos a resolverlos.
Eso no lo vas a lograr si ayudas a que tu rival sea la estrella de la campaña.
No. Nones. Que no.
La estrella de la campaña no debe ser tu adversario ni tampoco tú mismo. Debes ser más protagonista que él, por supuesto. Pero la estrella de la campaña deben ser los problemas principales de tu target y tu oferta para solucionarlos.
Hillary Clinton, su campaña electoral, el Partido Demócrata, el gobierno de Obama y toda una red de medios que los respaldaban lograron un efecto perverso: convertir a Trump en la estrella de la campaña.
En 2008 el entonces pre-candidato presidencial Barack Obama supo comprender los problemas de su target, conectar con ellos y ofrecer soluciones a los mismos con un tono esperanzador: ‘Yes, we can’.
Lo que ocurrió en 2016 no fue demasiado diferente. Esta vez fue Donald Trump el candidato que identificó los problemas de su target, conectó con ellos y ofreció soluciones a los mismos, en este caso con tono combativo y enérgico.
¿Que la personalidad de Trump es casi el reverso, el negativo de la de Obama?
Claro que sí.
Fue el propio David Axelrod, uno de los artífices de la victoria de Obama, quien hace ya varios meses formuló la tesis de que los electores de Estados Unidos suelen oscilar después de un par de períodos de gobierno hacia una personalidad completamente opuesta.
Pero aún siendo tan opuestos, sus campañas se parecen extraordinariamente en la sintonía fina lograda con los problemas de su target.
La batalla por la agenda es estratégica. Se trata de decidir sobre qué se debate. Si el tema son los problemas de tu target, entonces te acercas al triunfo. Pero si el tema es tu adversario, entonces ya perdiste.
Bonus track: lo que moviliza a las personas son sus propios problemas. Allí está la palanca para que las campañas políticas muevan el voto.
Simplifica para ganar
Un estudio reveló que el discurso de Donald Trump estaba en un nivel linguístico propio de un niño de cuarto grado escolar. Algunos creyeron que era un defecto de su campaña, pero en realidad fue una virtud.
Lo digo claramente: tienes que simplificar.
Es fatalmente ingenuo creer que eso es faltarle el respecto al intelecto de las personas. Digo más: es muy soberbio creer que es una cuestión de nivel intelectual.
Se trata de otra cosa.
La atención de las personas es el bien más escaso en nuestro tiempo. La atención de todos: de los votantes, de los políticos, de quien lee este artículo y de quien lo escribe. De todos.
Nunca como ahora el ser humano estuvo tan bombardeado constantemente por estímulos de todo orden que demandan su atención. Entonces atendemos de modo parcial, episódico, fragmentario.
En ese contexto las campañas políticas tienen la obligación de comunicar de manera simple.
Cuidado: simplicidad no es tontería ni frivolidad ni simplismo ni superficialidad. En realidad es muy complejo llegar a comunicar de manera simple. Pero hay que hacerlo.
Simplicidad en los temas, en la comunicación, en los procedimientos, en las ideas.
Que sea simple, por favor.
La campaña de Trump fue simple. Para bien o para mal, pero fue simple. Un mensaje claro. Una historia simple. Problemas concretos. Soluciones fáciles de visualizar. Lenguaje comprensible hasta para un niño.
Hillary estuvo muy lejos de eso y se enredó en la complejidad en los momentos decisivos.
¿Quieres ganar?
Comienza diseñando una estrategia política que sea simple. Y una comunicación política que también sea simple.
Aunque sea difícil lograrlo.
Bonus track: menos es más.
Fuente: Blog Maquiavelo&Freud