El arte de gobernar y los consejos de Maquiavelo

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Por: Gabriel Otazo

La obra “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo es un clásico que nunca pasa de moda, porque allí se encuentran grandes virtudes literarias y estratégicas que todo “príncipe” necesita saber para aprender el arte de conquistar el poder, conservarlo y saber utilizarlo. Sin embargo, esta obra continua vigente en nuestros días, y muchas veces, les sirve de guía a muchos políticos en la toma de decisiones, sobre todo, cuando la relación dicotómica política-moral entra en conflicto.

Esta biblia de la política fue escrita hace más de 500 años y está compuesta por un corpus de normas y sugerencias que conserva incluso en nuestros días una singular validez no sólo para los que se encuentran en el vértice del poder, y dirigen el timón del Gobierno, sino en general para todos los que tienen puestos de responsabilidad.

El arte de conquistar, conservar y saber utilizar el poder conlleva acciones hasta moralmente malas, que van desde actuar y aparentar manteniendo la palabra y la integridad para con su pueblo, hasta comportarse como un animal, en caso que sea conveniente, tal como lo explica en la fábula de la zorra y el león. Además de saber actuar frente a los cambios que puedan surgir (la fortuna), y evaluar las circunstancias y actuar en consecuencia, son algunas acciones que tienen como fin último mantener el gobierno para obtener la gloria, el honor y la riqueza.

Nicolás Maquiavelo, estudió durante 15 años el arte de gobernar para poder traducirlo en una obra de veintiséis capítulos. Veinticuatro dedicados al arte del Estado y dos a la exhortación final, en la que reclama la necesidad de una unidad nacional de Italia y su liberación del dominio extranjero.

A continuación, algunos ejemplos acerca de la concepción política y social del arte de gobernar por Nicolás Maquiavelo, que aun en nuestros tiempos, constituyen sabias sugerencias y grandes consejos al momento de tomar decisiones:

Acerca del pueblo

  • Al príncipe le es necesario tener al pueblo de su parte, porque, si no, no tendrá remedio en las adversidades.
  • La mejor fortaleza de un príncipe es la de no ser odiado por el pueblo. Porque, por muchas fortalezas que tengas, si el pueblo te odia, no te salvarán.
  • Un príncipe sabio debe pensar en un modo por el cual sus ciudadanos, siempre y en cualquier circunstancia, tengan necesidad del estado y de él; así le será siempre fieles.
  • El príncipe se asegura en gran medida evitando ser odiado o despreciado y manteniendo al pueblo satisfecho.
  • No desesperar de los poderosos, y satisfacer al pueblo y tenerlo contento.

Acerca de las Leyes

  • Un príncipe necesita buenos cimientos, ya que, si no es así, se hundirá, y los principales cimientos que tienen todos los estados […] son las buenas leyes y las buenas armas.
  • Los príncipes deben hacer que otros ejecuten las disposiciones impopulares, y ejecutar ellos mismos las disposiciones favorables a los súbditos.

Acerca del comportamiento de los Príncipes

  • Es mejor ser impetuoso que precavido, porque la fortuna es mujer, y si se la quiere tener sometida, es necesario castigarla y golpearla. […] pero como es mujer, es siempre amiga de los jóvenes porque son menos precavidos, más feroces y la dominan con más audacia.
  • Es mucho más seguro ser temido que amado, en el caso de que haya de prescindirse de una de las dos. Si el príncipe no consigue el amor del pueblo, es preferible ser temido que odiado.
  • Como al príncipe le es preciso saber utilizar bien su parte animal, debe tomar como ejemplo a la zorra y al león; pues el león no sabe defenderse de las trampas ni la zorra de los lobos. Es imprescindible, pues, ser zorra para conocer las trampas y león para asustar a los lobos.
  • Todo esto deber hacer un príncipe sabio: no estar ocioso en tiempos de paz, sino antes bien con ingenio conseguir un capital del que pueda echar mano en la adversidad, para que, si cambia la fortuna, lo encuentre preparado para resistirla.
  • Una de las cosas que un príncipe debe guardar es la de ser despreciable y odioso; y la liberalidad te lleva tanto a lo uno como a lo otro. Por tanto, es más sabio tener fama de mezquino, que provoca una infamia sin odio, por querer ser calificado de liberal, verse obligado a que te llamen rapaz, que engendra una infamia con odio.
  • Todo príncipe debe desear ser tenido por compasivo y no por cruel; sin embargo, ha de estar atento a no ser mal uso de su compasión.  Un príncipe no se debe preocupar de que le tachen de cruel, si a cambio mantiene a sus súbditos unidos y leales.

Acerca de la moral-política

  • A menudo para conservar el estado, necesita obrar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad y contra la religión.

Acerca del Ser-Parecer

  • Los hombres en general juzgan más por los ojos que por las manos; porque a todos les es dado a ver, pero pocos a sentir. Todos ven lo que tú aparentas, pero pocos sienten lo que eres.
  • Un príncipe cuidara de que no salga de su boca cosa alguna que no esté llena de las cinco características, que cuando se le vea y se le oiga, parezca todo piedad, todo fe, todo integridad, todo humanidad, todo religión.

Acerca de los consejeros de un príncipe

  • Si ves que un ministro piensa más en sí mismo que en ti y que en todas las acciones busca su propio provecho, jamás será un buen ministro.
  • Elegir en su estado a hombres sabios y sólo a éstos darles la libertad para decirle la verdad, y sólo de las cosas que él les pregunte  y no de otras.
  • Un príncipe debe pedir consejo siempre, pero cuando él quiera y no cuando quieran los otros.
  • Regla general: un príncipe que no sea sabio por sí mismo no puede ser bien aconsejado, a menos que por azar se ponga en manos de un solo hombre prudentísimo que lo gobierne todo.

Bibliografía

Machiavelli, N., (2006). El Príncipe. Comentado por Bonaparte. 1ª. Ed. Buenos Aires. Centro Editor de Cultura.