Cómo usar los carteles electorales para ganar territorio político

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Por: Daniel Eskibel

Los carteles electorales deben marcar el territorio tal como manda la zona más primitiva de nuestro cerebro. Pero lo deben hacer con la colaboración de la zona más avanzada de nuestro cerebro, la que nos permite modular y perfeccionar esa acción.


¿Qué tienen en común ese perro que levanta la patita para orinar el tronco de un árbol y el astronauta Neil Armstrong clavando la bandera de los Estados Unidos en la luna?
Pues a primera vista parecería que nada. ¿Qué podrían tener en común?

El simpático perrito camina tranquilamente por el vecindario. Se detiene junto a un árbol, levanta una patita, orina en el árbol y retoma su andar. Un poco más adelante repite la misma acción. Y después otra vez más.

No es una necesidad fisiológica sino psicológica.
Está marcando el territorio.
Está diciendo que ese vecindario es suyo. Se está apropiando de él.
Lo hace porque el sentido territorial está tallado a fuego en su cerebro. Esté donde esté define su territorio, lo marca y lo defiende.

El astronauta Neil Armstrong camina por la superficie de la luna. Ya sabes: pequeño paso para un hombre, gigantesco para la humanidad. Se detiene unos pasos más allá y clava una bandera de su país en la superficie lunar.

Tampoco es una necesidad fisiológica, claro está. Ni tiene que ver con la misión espacial misma. Es, también, una necesidad psicológica. No de aquel hombre en particular, sino de la especie humana. Es la necesidad de marcar el territorio.
Está diciendo que ese vecindario es suyo.
Está colocando su marca.
Porque el sentido territorial también está tallado a fuego en el cerebro humano.

La oscura zona cerebral que gobierna el comportamiento territorial

El perro y el astronauta tienen cerebros muy diferentes. Pero ambos comparten una zona cerebral muy primitiva que viene desde el oscuro mundo de los reptiles. Ese cerebro de reptil está presente, anatómica y funcionalmente, junto al cerebro de mamífero que ambos poseen. Y el astronauta se distingue por una tercera estructura cerebral, evolutivamente más nueva y más compleja, que es la específicamente humana.

Ese cerebro de reptil que anida silencioso en el perro y en el astronauta los impulsa hacia la conducta territorial, hacia la conquista, el marcado y la defensa de un territorio propio. Un sentido territorial íntimamente vinculado al poder, al dominio, al control.

La campaña electoral es el momento político en el que la lucha por el poder entre los distintos grupos humanos se hace más explícita y a veces hasta descarnada.

Lucha por el poder.
Campaña electoral como lucha por el poder.
¿O acaso creías que era otra cosa?
Porque podrás agregar motivaciones, explicaciones, ideas…pero detrás de todo eso hay grupos humano confrontando entre sí por el dominio, el control, la influencia, el poder.
Y en ese contexto se activa mucho más aún el sentido territorial.

Carteles electorales para dominar el territorio

Sales a caminar un día cualquiera de campaña electoral.
No como el perrito por el vecindario. Tampoco como el astronauta por la luna.
O tal vez sí, pero…
Más bien como un ciudadano común caminando por las calles de su ciudad.
Bien. ¿Qué ves?
Carteles en los árboles.
Carteles en los edificios.
Carteles en las columnas.
Mensajes pintados en vallas y muros.
Mensajes escritos en papeles que vuelan por ahí.

¿Qué es todo eso?
Carteles electorales, claro.
Pero…¿cual es su función?
Lucha por el territorio.

Los grupos políticos marcan el territorio del mismo modo que vimos en el perro y el astronauta. Y lo hacen así, usando carteles electorales.

Si vas caminando no prestas una atención especial a toda esa parafernalia. Aunque sabes que está ahí. Tal vez no distingas entre los carteles de uno y de otro, y cuando la contaminación visual es excesiva ya se vuelve simplemente parte del paisaje. O sea que no ves los detalles, ves solo manchas de colores y luego ni siquiera eso.

Cada campaña electoral pone marcas en el territorio porque eso transmite al ciudadano sensaciones de poder, de potencia, de fuerza, de dinámica.

¿Influyen los carteles en la decisión de voto?

Cierta visión ingenuamente racionalista cree que no, que nadie vota en función de la cantidad de carteles que ve en la calle. Pero es una manera tramposa de plantear el tema ocultando el fondo del asunto.

Porque es cierto que nadie vota por la cantidad de carteles que ve. Pero es más cierto aún que no votamos racionalmente. Que las zonas más primitivas de nuestro cerebro son protagonistas fundamentales de una campaña electoral. Y que para esas zonas primitivas es muy importante la sensación de poder que transmita un candidato. Sensación muy vinculada a esos carteles tan contaminantes, por otro lado.

El problema para cada campaña electoral comienza cuando crece la contaminación visual y los carteles se anulan unos a otros confundiéndose en un mar de colores que termina siendo irrelevante.

¿Qué hacer entonces?

7 consejos simples para usar mejor los carteles electorales

  1. Colocar carteles antes que los demás. Pegar primero. Lograr ese efecto de poder durante los primeros días de la campaña electoral.
  2. Colocar carteles en zonas no disputadas y sin contaminación visual.
  3. Colocar menos carteles pero de gran dimensión.
  4. Marcar el territorio con carteles electorales ubicados en lugares más estratégicos que los rivales.
  5. Marcar el territorio con acciones: una marcha, una caminata, una caravana de vehículos, una concentración de personas, un evento artístico, un grupo bailando, unos actores recreando una escena…
  6. Marcar el territorio digital con contenidos propios: artículos, fotografías, vídeos, noticias y todos los formatos amigables que puedas desarrollar.
  7. Entregar mensajes en la propia mano de los votantes: desde los folletos en papel hasta la difusión por mensajería instantánea en los móviles.

O sea que los carteles electorales deben marcar el territorio tal como manda la zona más primitiva de nuestro cerebro. Pero lo deben hacer con la colaboración de la zona más avanzada de nuestro cerebro, la que nos permite modular y perfeccionar esa acción.

Marcar el territorio sí.
Pero de manera inteligente y estratégica.
El perro y el astronauta.
Juntos.

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Fuente: Blog Maquiavelo&Freud