Por: Leandro Sallaberry Martínez
Qué levante la mano el político que quiera pronunciar el mejor discurso. Seguramente, todos. Muy probablemente estamos de acuerdo en que referentes de uno u otro espacio desean tener el mejor de los desempeños al momento de la oratoria y que van tras las palabras que consideran más apropiadas para persuadir a quienes están del otro lado. Todos quieren ser los mejores en oratoria y sueñan con que sus palabras trasciendan el tiempo.
Para acercarse a ese objetivo, a diario, dirigentes políticos, asesores y comunicadores leemos y consultamos manuales o notas que enumeran tips que articulan ingredientes para el armado del discurso político. Son muchas las sugerencias que se pueden seguir para hacer realidad el sueño de ser un buen orador, con claridad en las expresiones y con los argumentos justos, en el momento determinado.
Sin que no nos demos cuenta, además de los receptores naturales a quienes van dirigidos los discursos políticos, las palabras también llegan a los escritorios de los analistas políticos, que en lugar de “dejarse cazar” por una intervención, verán más críticamente lo que los políticos están diciendo o escribiendo. Para aclarar aún más esta idea, una parte importante de la semiótica se ocupa del análisis de los discursos políticos.
El sociólogo argentino Eliseo Verón puso a disposición de esos investigadores una metodología que es útil, entre otras cosas, para poder desentramar el discurso político. Es decir, creó una herramienta metodológica que permite poder descubrir los recovecos por los que un dirigente político se ha conducido al momento de llevar a cabo la construcción discursiva.
Así, entra en juego la forma en que un enunciador político materializa, desde la discursividad, a los destinatarios, tal vez ignorando que en su intervención ante un público, va dejando huellas que permite a los investigadores, analizar e interpretar cada línea de su discurso.
Verón distingue, en cada discurso político, dos destinatarios positivos y un destinatario negativo. A los primeros los llama prodestinatario y paradestinatario y al segundo, contradestinatario. Veamos cada uno:
- Prodestinatario: el destinatario que comparte no sólo lo que el dirigente político expresa en ese momento, sino que adhiere al espacio político desde el cual el propio enunciador habla. Los une una creencia presupuesta.
A modo de ejemplo, un trayecto del discurso de asunción presidencial del Dr. Néstor Kirchner, del año 2003, en Argentina. El entonces Presidente construía un prodestinatario ligado a la militancia de los años ´70. Él se autodefinía como miembro de esa generación y construye a sus adherentes: “Les vengo a proponer que recordemos los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros; de nuestra generación que puso todo y dejó todo pensando en un país de iguales”.
- Paradestinatario: el destinatario construido positivamente, pero que por el momento tiene suspendida la creencia. Es el blanco al que se intenta convencer y persuadir. Por esa misma razón es construido positivamente.
A modo de ejemplo, y i siguiendo en la línea de los discursos presidenciales de asunción en Argentina, repasamos un trayecto de la intervención de del Dr. Raúl Alfonsín en Argentina, donde construye su paradestinatario que va más allá de los militantes de su partido, la Unión Cívica Radical, e incluye a los partidarios de la Democracia. Es necesario tener en cuenta que en ese momento, asumía los mandos institucionales del país un Presidente elegido por el voto popular, tras los sangrientos años de la dictadura militar. Dice Alfonsín: “Ayer pudo existir un país desesperanzado, lúgubre y descreído: hoy convocamos a los argentinos, no solamente en nombre de la legitimidad de origen del gobierno democrático, sino también del sentimiento ético que sostiene a esa legitimidad”.
- Contradestinatario: Verón le da este nombre al destinatario negativo, porque es aquella construcción discursiva del dirigente, con la que se polemiza. Es decir, desde lo discursivo hay una inversión de la creencia. Todo discurso político le apunta a un contrincante.
A modo de ejemplo, un trayecto del discurso presidencial de asunción de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quién construye un otro negativo relacionado con lo que llama “las corporaciones”, en referencia a algunos poderosos grupos empresarios: “Ya que tanto a las corporaciones les gusta hablar de números, a mí también me gusta hablar de números; pero de los números de todos, no solamente de los de ellos. Yo no soy la Presidenta de las corporaciones”.
Si bien estas categorías son analíticas en relación a los discursos políticos que han sido pronunciados o materializados, puede ser una herramienta sumamente poderosa para candidatos, referentes y dirigentes políticos, al momento de pensar y planificar cada expresión. Conocer de “antemano” la distinción negativa y positiva que se puede implementar en relación a los destinatarios puede aportar un plus al orador, una distinción de la que se puede valer al momento de construir al otro, ser claro y estratégico cuando el micrófono se encienda y se largue a la aventura de hablarle al otro ya sea para fortalecer el lazo, para convencer o para polemizar.