Elecciones de Estados Unidos 2020: El Poder frente a la Fuerza

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Por Priscila Celedón

Cuando el poder y la fuerza se encuentran, el primero siempre acaba triunfando; a la larga, si está arraigado en la voluntad popular, el poder es inmune a la fuerza. -David Hawkins

Los datos relevantes del triunfo de Biden – Harris

En medio de una cerrada competencia en el marco del Colegio Electoral y un poco más amplia en el voto popular, gana la presidencia de Estados Unidos, el demócrata Joe Biden. Su victoria se acompaña de varios hechos históricos: ser el presidente de mayor edad que llega al cargo, elegir como fórmula a Kamala Harris, quien se convierte en la primera mujer vicepresidenta de la nación, además negra e hija de migrantes jamaiquino e hindú. Ser uno de los presidentes con mayor voto popular, más de 74 millones, lograr que Estados republicanos de tradición como Arizona y Georgia, votarán demócrata en esta ocasión, algo que no ocurría en más de 20 años; contar con el mayor número de votos afroamericanos y un importante voto mayoritario femenino, que finalmente decidió su victoria.

Biden gana en las ciudades y en la mayoría de las zonas urbanas, gana entre los jóvenes y entre los universitarios. Mientras que Trump, gana entre los hombres blancos sin estudios, de zonas rurales y pequeños pueblos.

Los anteriores datos del mapa electoral 2020 de Estados Unidos, son claves para entender la crisis, los factores por los cuales gana Biden esta competencia y la esencia del malestar que canaliza Trump desde 2016.

El Presidente Trump, su estrategia de campaña y electores

Donald Trump desde el instinto, la percepción y su condición de empresario, pudo conectarse en 2016 con el malestar de las poblaciones que se encontraban en condiciones de mayor vulnerabilidad en Estados Unidos. Representan sin duda la desigualdad existente, carencia de empleos y de servicios sociales, la frustración al no poder alcanzar el cada vez más esquivo sueño americano. Interpretar su malestar y visibilizarlos ha sido muy importante, sin embargo las razones de la crisis económica no las ha resuelto ni se estaría en condiciones de pronta solución en su segundo mandato. La crisis es honda, y se ha forjado durante muchos años de aplicación del modelo globalizador, que marca sus efectos negativos en las poblaciones de menor nivel educativo, residentes en áreas rurales y pequeños poblados. Trump interpreta y enciende el fuego del cambio en estas comunidades, pero no cuenta con los conocimientos ni busca asesores para proponer soluciones de fondo. Hasta ahora, la solución propuesta por Trump ha sido el aislacionismo, volver al mercantilismo y un furioso nacionalismo. Esta última es señal clara de los procesos populistas como el suyo. Haber cancelado varios tratados de libre comercio, lograr algunos buenos negocios y distanciarse de la Organización Mundial del Comercio, ha sido su respuesta concreta. En su mandato la economía de las grandes cifras se mantuvo bien, hasta la llegada de la pandemia; pero la crisis profunda no ha sido tocada, aún teniendo la oportunidad, dadas las mayorías republicanas en el Senado.

Infortunadamente para la llegada de la pandemia, el Trump showman empresarial, se había convertido en el populista autoritario más visible, bravucón, endiosado y arbitrario del planeta y la atención de la pandemia fue asumida desde ese perfil.

Por ello, fue la gestión de la pandemia de la Covid-19, la que terminó poniendo en evidencia las carencias de gerencia, empatía y valores requeridos para responder a un desafío de tal naturaleza. Su personalidad y actitud ante los problemas, se hizo visible y comenzó un choque frontal con científicos, funcionarios de la OMS y el CDC, el servicio médico y amplios grupos de la población, lo que llevó a la pandemia a salirse de control, teniendo más de 9 millones de contagiados y de 230.000 fallecidos. El desprecio por la pandemia ha sido clave en la pérdida de las elecciones. A la llegada de la Covid-19, Donald Trump afirmó que “el no sabía que la gripe podía matar”, no obstante su abuelo había fallecido como consecuencia de la gripe de 1918, y por ser de los pocos migrantes que contaba con un seguro de vida, su padre Fred pudo iniciar con esos recursos, los negocios inmobiliarios que los enriquecerían en el siglo XX.

Aún con la situación de la pandemia descontrolada y su carencia total de sentimientos frente a las víctimas, su comunidad de seguidores y fanáticos ha crecido de forma significativa desde 2016 y los resultados electorales así lo muestran. Su apoyo en especial en las zonas rurales, de hombres blancos sin estudios universitarios y una porción de la población latina de cubano americanos, magazolanos y colombianos de Miami, así lo confirman. Como buen populista autoritario, ha enardecido los ánimos entre sus fanáticos. Los convocó a votar presencialmente, construyendo con anticipación una narrativa de potencial fraude en los votos por correo, consciente de que buena parte de la población demócrata votaría así y que dada la pandemia, sería éste el medio principal elegido para votar, como efectivamente lo fue. Más de 100 millones de votos se enviaron anticipadamente por correo.

A la narrativa de fraude le agregó la construcción del perfil de su opositor, como dormilón, viejo, asociado a los grupos de izquierda y por último para la población latina de La Florida, cuya principal amenaza es la izquierda, adoptó la estrategia exitosa del partido de gobierno colombiano Centro Democrático, de crear miedo y odio a partir del temor al contagio venezolano del castrochavismo. Mensaje de miedo que se ha extendido por varios países de América Latina y España a través de redes sociales y fake news, con resultados medianamente favorables para la extrema derecha y los populismos autoritarios. No hay que olvidar, que los objetivos y formas del populismo autoritario de derecha, se comparten con el  populismo autoritario de izquierda.

Por todo lo anterior, se convierte en un enorme desafío la búsqueda de unión de la población demócrata y republicana, objetivo con el que llega el presidente electo Joe Biden, dado el estrecho margen con el que ganó las elecciones, la actitud de los defensores de la reelección de Donald Trump y lo reñidas de estas elecciones.

Estados Unidos es hoy, un país completamente fragmentado. El Estados Unidos profundo y abandonado, se enfrenta con el Estados Unidos globalizado, de riqueza, tecnología, superejecutivos y universitarios. Sin embargo hay esperanza. Varias voces republicanas y la mayoría de los medios de comunicación han comprendido la importancia de este momento para todos, y comienzan a generarse movimientos que auguran posibles acercamientos, en búsqueda de los consensos requeridos para neutralizar los cantos de sirena populistas que han hipnotizado a una buena parte de la población estadounidense.

La múltiple crisis que vive Estados Unidos

Cuando un populista deja un gobierno, sea cual sea su tamaño, seguramente viene un proceso de reconstrucción que no solo involucra políticas y normas, sino la reunificación de la población, la recuperación institucional, la reducción de los choques culturales e interraciales, y el encuentro de los símbolos e intereses comunes que vuelvan a integrar a la población, hacia el reconocimiento de quienes son.

Ahora bien, esta situación de recuperación nacional se encuentra con dos crisis transversales: una aguda en momento presente, que implica la atención inmediata y el control de la pandemia en el país; y una crisis económica asociada a la decadencia del modelo económico, con sus efectos en desempleo, pobreza, carencias en seguridad social,

educación, deterioro ambiental y efectos sobre la migración actualmente en condición de riesgo.

La situación es de máxima complejidad y se comprende que el candidato Joe Biden haya designado desde abril a un grupo de profesionales, para que fueran preparando trabajos en la solución de esta múltiple crisis si fuera elegido. Desde ayer se ha puesto al servicio la página web de la etapa de transición que marca este proceso, espacio para ir informando los avances en ese camino hasta el 20 de enero, fecha en la que se posesionará como presidente. En su orden, el control de la pandemia ocupa el primer lugar, ya que ésta desnuda la situación económica y social.

En cuanto al modelo globalizador de los Estados Unidos, modelo en decadencia, pero sobre el cuál se fundamenta el sueño americano en los últimos 40 años. Los resultados   muestran la urgente necesidad de su revisión, para considerar los ajustes o correctivos del caso, ante la situación presente:

  • Acumulación de la riqueza y desigualdad. El 82% de la riqueza mundial se encuentra en manos del 1% de la población mundial -modelo que lidera EEUU-. Una desigualdad insostenible que hace prácticamente imposible la movilidad social y con ella el sueño americano. Desigualdad de ingresos que aumentó casi 15 puntos, pasando de un 30-35% entre 1970 y 1980, a un 45 a 50% de 2000-2010, desigualdad que se extiende en lo laboral, patrimonial, las oportunidades, capacidades y los territorios.

Entre 1977 y 2007, el 10% de los ricos se adueñaron de las ¾ partes del crecimiento del ingreso nacional. En los últimos 10 años muchos ciudadanos han visto el estancamiento de sus salarios.

  • Por supuesto, la demografía también muestra la crisis. Entre 1990 y 2000 la población se incrementó un poco más del 13%, y ha seguido aumentando. Hoy es un territorio de algo más de 330 millones de personas, con 11 millones de migrantes por legalizar. La situación migratoria se puede observar con ojos latinos. La población latina corresponde al 18.5% de la población, casi 5 puntos por encima de la población afroamericana. En cuanto a ingresos también se encuentra por encima de esta última. Es importante señalar que luego de las cifras muy bajas en cuanto al número de pobres del país, entre los años setenta y ochenta, alrededor de los 20 a 25 millones, comienza un incremento significativo asociado también al aumento de la población para estar en 2016 por encima de los 40 millones. En casi cuarenta años se duplicó la pobreza.
  • Muchos territorios otrora pujantes están en total deterioro, en especial en el centro y norte del país, zonas rurales y pequeños poblados. El salario mínimo en todo el territorio nacional, no alcanza para responder al costo de vida, lo que hace que los miembros productivos de cada familia, deban tener más de un trabajo para sobrevivir.
  • Casi imposible de pensar, pero se carece de una seguridad social incluyente y de calidad, que se ha evidenciado en la pandemia y en las cifras de fallecidos.
  • El acceso a la educación superior se ha vuelto un privilegio de pocos. Las universidades privadas solo para ricos, alumnos muy brillantes o grandes deportistas y las universidades públicas no son verdaderamente gratuitas, un año puede estar costando unos U$27.000, es decir que la educación es hoy el factor más contundente de exclusión y marca la crisis de la meritocracia que señala el filósofo Michael Sandel.
  • Entre 1950 y 1970 época dorada del capitalismo norteamericano, había una mejor distribución de la riqueza, por ende una buena movilidad social y se hacía realidad el sueño americano. Hoy vale más la gestión del dinero que la producción manufacturera, todo ha quedado en manos del capital financiero.

Esta crisis se marca más en ese Estados Unidos profundo, que ha apoyado de forma radical al Presidente Trump. Su población se empodera con el discurso nacionalista de Trump, se vuelve intolerante frente a los discursos vacíos de soluciones del establecimiento y se convence que el problema está en los acuerdos de comercio y en los migrantes que les roban sus oportunidades laborales. Todo lo anterior despierta el racismo que estaba adormecido, la xenofobia y la agresividad, debilita sus factores de protección como sociedad y frustra a varias generaciones, que no encuentran como avanzar, afectándose emocional y socialmente.

Así, se constituye el deterioro de la democracia liberal de los Estados Unidos y se pone en riesgo el Estado de derecho. Es importante señalar que en los años ochenta el Presidente Ronald Reagan, hizo responsable a los demócratas de no apoyar el modelo, culpándolos de burócratas y de “esposar la mano invisible del mercado”, por estar preocupados por los derechos de la diversidad y otros que señaló el expresidente, como lejanos de los valores estadounidenses. Sin embargo, desde los años noventa demócratas y republicanos han respaldado este modelo. Es claro que el Estado no puede seguir esperando que el mercado haga menos desigual al país y se preocupe por reducir la pobreza, generar empleos de calidad en las zonas más necesitadas de éste y buscar mayor justicia social. Estos temas son profundamente políticos , se trata de establecer límites en la economía, generar equilibrio social y aplicación de la ética en lo social y lo económico. No es una labor para lo que está hecho y que pueda hacer el libre mercado y el capital financiero, así se ha comprobado en el tiempo no solo en Estados Unidos, sino en países que primero implementaron el modelo, como Chile, hoy en una gran crisis social.

Los demócratas siguiendo el modelo, abandonaron a sus electores del siglo pasado, dejando a obreros, sindicatos y ciudadanos corrientes expuestos a su suerte; acercándose a una población más educada y haciendo un trabajo más tecnocrático, que hoy debe revisarse, ya que la amenaza de afianzarse el populismo en el país es una realidad. El apoyo popular a largo plazo depende de este reconocimiento y acercamiento a la población más vulnerable, apostando por resolverles sus problemas legítimos, sus derechos a la salud y su posibilidad de ingreso al ámbito educativo y con éste al mercado laboral. La tecnología y la globalización golpean con fuerza a las poblaciones más vulnerables, que a su vez arremeten contra la dirigencia política, los inmigrantes y los representantes del libre comercio. Trump ha sido solo un efecto de esta crisis, no es la causa, posiblemente vendrán otros populistas mientras la situación no mejore efectivamente. Estados Unidos no puede permitir que esta situación continúe así y termine generando como lo señalan tantos historiadores, filósofos y algunos politólogos, el fin de las democracias liberales, en manos del modelo de globalización.

El poder y la fuerza y sus representaciones en las elecciones 2020

Cuando se enfrenta la fuerza frente al poder, siempre este último sale adelante. Eso parece ser lo que ha pasado en esta elección.

Un candidato presidente, populista, agresivo que enardece a la gente, exacerbando las desigualdades y recordándoles su pobreza y falta de oportunidades, manifestándoles que

los migrantes les quitan sus puestos de trabajo, sus ingresos y empleos, va a tener por supuesto respuestas muy fuertes en las comunidades blancas vulnerables.

Por su parte, en este caso el representante del poder es su opositor, quien cuenta con una historia de resiliencia personal, que busca fortalecer los valores estadounidenses más importantes, como son la unión, la institucionalidad, la protección y la solidaridad. Persigue calmar y no promover choques frontales que hagan más daño mientras se buscan soluciones de fondo.

Ese choque entre el poder y la fuerza es también un choque entre los valores y el mundo material, el matoneo y la agresión verbal como medio válido para obtener un objetivo. Acorde con la neurociencia, las posiciones liberales y conservadoras guardan relación con los genes y el funcionamiento de neurotransmisores, así las posiciones se mueven en una balanza entre el impacto del miedo, la gestión del cambio y la apertura a lo nuevo.  Por ello, estaba siendo acertado el mensaje de Biden, de reemplazar el miedo por la esperanza.

Otro escenario de poder frente a la fuerza, lo representó el despertar de los medios de comunicación y algunos representantes del partido republicano. Quienes ante la amenaza que se cernía sobre su nación, eligieron preservar la institucionalidad, uno de los símbolos de mayor orgullo estadounidense por encima de la figura presidencial. Esto se hace evidente en mitad del proceso de conteo de votos, y las acusaciones del candidato Presidente Trump. En el momento más álgido varios republicanos y las cadenas de televisión, pusieron la institucionalidad, la verdad y la responsabilidad para evitar actos de violencia por encima del respeto al mensaje del Presidente. Se ha discutido mucho sobre si esto es censura o no. Yo pensaría que no, debemos estar atentos a identificar cuando los valores prioritarios asociados al bien común, deben protegerse en situaciones como estas.

Otro tema clave que muestra la relación del poder frente a la fuerza, es el de las mujeres, definitivas en la elección de Biden Presidente. Las mujeres han sido a través de la historia las que han reducido el impacto de las guerras, las que mejor protegen a las poblaciones y las que identifican más rápidamente los peligros para sus hijos y familias.

Urge en ese esquema de poder, la concertación con el partido republicano, en busca de recuperar el rumbo del desarrollo, del sueño americano y de la recuperación de los símbolos institucionales del país.

Quedó claro, que las intervenciones de políticos, basadas en el daño, el odio y el miedo, no pueden seguir siendo la fórmula para ganar. Estas elecciones prueban su falta de eficacia y los daños que causan después de elecciones al proceso de democracia y desarrollo, gane quien gane, la polarización es un cáncer que después de aparecer es muy difícil de extirpar.

La celebración, fue una emoción desde el poder y no la fuerza, es también un claro reflejo de la preocupación nacional, en especial de los jóvenes y los habitantes de las ciudades más desarrolladas, que no se ven reflejados en el populismo y  tienen claros los nefastos efectos en la vida diaria.

El complejo compromiso de sanar el alma de la nación

Con el panorama de crisis señalado y aún con este triunfo del poder sobre la fuerza, en un momento de alta complejidad. El logro del presidente electo Joe Biden resulta loable, con gran propósito y de extrema importancia.

Es claro que el primer paso es controlar la pandemia.  La problemática socioeconómica ha crecido mucho y por tanto, extirpar el cáncer implica mayores esfuerzos y cirugías más complicadas. Será definitivo tejer acuerdos políticos y sociales en especial con el Senado y los demás poderes e instituciones que deberán acometer ajustes y soluciones de fondo, revisar la dinámica del capital financiero frente a la recuperación económica, social y de la confianza de una buena parte de los estadounidense.

Apostar por generar un puente para  diseñar un nuevo futuro, donde puedan convivir todos y enfrentarse con los instrumentos adecuados a los nuevos cambios que las infotecnologías, la biotecnología, la neurociencia y la inteligencia artificial traerá consigo. 

Un presidente resiliente, con una vicepresidenta igual de resiliente que ha vivido en primera persona la discriminación. Se convierten es el mejor equipo para momentos de cambios profundos y para sanar el alma de los Estados Unidos de América.