Cuando un partido se encuentra en la oposición y cuenta con pocas posibilidades de ganar las próximas elecciones debe más que nunca tener claras tres claves: el candidato, la estrategia y el relato. En especial, cuando la situación económica (o la percepción de ella) es buena y el candidato o candidata rival en el Gobierno goza de elevados índices de valoración. En sociedades en las que triunfa la política pop, cuando la personalización y lo anecdótico juegan un papel cada vez más determinante, la elección del candidato idóneo es más crucial que nunca.
Pero este factor tiene que ir en consonancia con los otros dos citados anteriormente. Puede darse el caso de que un líder político capaz e incluso un potencial buen candidato no sea el más adecuado para un contexto determinado. O simplemente que no encaje con la estrategia y el relato político que vaya a defender el partido.
Obviamente, ustedes podrán pensar que en muchas ocasiones estas dos últimas claves se consensúan en función del candidato y a instancias de él mismo. Más teniendo en cuenta que, también en multitud de ocasiones, el candidato es el presidente o el secretario general del partido desde hace años. Con todo,existen casos en los que el storytelling personal de un aspirante a la jefatura de Gobierno no concuerda con el discurso y la estrategia electoral de su formación y, en definitiva, con el contexto político de la contiendaelectoral. Uno de los más recientes es el de Peer Steinbrück, último aspirante del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) a la Cancillería, quien fue claramente derrotado por la democristiana Angela Merkel.
Ni que decir tiene que las circunstancias no eran nada fáciles para el SPD. La canciller tenía -y tiene- buena imagen ante una población que, sobre todo observando la situación económica del resto del continente, daba por buena la gestión económica del país. Pero créanme si les digo que meses antes de la precampaña algunas encuestas advertían que las cosas no estaban tan claras para la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU). La desventaja de la que partía el SPD podía haber aconsejado decisiones atrevidas. Sin embargo, los socialdemócratas actuaron guiados por criterios más conservadores y eligieron a Steinbrück como el candidato a enfrentarse a Merkel.
La estrategia era transmitir confianza y seguridad en el terreno económico con un representante del ala más liberal del SPD, un político que fue ministro de Finanzas (y con altos índices de valoración) con la propia Merkel en la anterior Gran Coalición que formaron los dos grandes partidos de Alemania entre 2005 y 2009. Desde el principio la contrapartida apareció nítidamente: falta de diferenciación. Y ante el dilema de elegir entre la copia y el original, ya sabemos con quien se suelen quedar los electores. De hecho, ésa fue precisamente una de las causas de la crisis en la que se vio sumida la formación de centro-izquierda al sellar un pacto de Gobierno con la derecha en el citado 2005.
Quizás por ello, conforme se acercaba la campaña, los socialdemócratas decidieron girar más a la izquierda, apostando cada vez más por un el discurso social y antineoliberal. El discurso del SPD también se quiso centrar en los que, a priori, podían ser los puntos débiles de la CDU: las cuestiones sociales y la desigualdad. Steinbrück trató de presentar a Merkel como la candidata del capitalismo salvaje. La idea podía ser buena, si no fuera porque el perfil del candidato no era el mejor para jugar esa baza. Los sondeos demostraban que era el candidato socialdemócrata más susceptible de recibir apoyos de votantes democristianos, liberales e incluso verdes. Pero, ¿realmente iba ser ese dato significativo en un momento en que la economía alemana parecía sólida en una Europa estancada? En cualquier caso, Steinbrück se encargaría pronto de dinamitar esta estrategia con una serie de anécdotas desafortunadas.
En primer lugar, y desde el punto de vista del storytelling personal, hay que recordar que el candidato socialdemócrata tenía orígenes familiares burgueses, incluso con algún antepasado banquero. Ni su gestión al frente de las finanzas alemanas, ni su vida profesional ayudaron mucho a olvidar esa idea. La prensa criticó con dureza que durante sus años en el Ejecutivo, cobró en torno a un millón y medio de euros como conferenciante. Sus declaraciones reforzaron la percepción del candidato millonario cuando confesó que el sueldo de la canciller -17.000 euros al mes- le parecía demasiado bajo. Y como a perro flaco todo son pulgas, el candidato socialdemócrata fue objeto de un chantaje que volvió a ponerle en la picota: un exmiembro de la cúpula de Correos de Alemania le acusó de haber empleado ilegalmente a una limpiadora. El tema salpicó la campaña cuando fue aireado por el popular diario ‘Bild’, si bien Steinbrück logró cerrar el asunto negando categóricamente las acusaciones.
No pudo convertirse en el campeón de las políticas sociales cuando le recordaron unas declaraciones suyas de sus tiempos de ministro en las que comentaba que hacer políticas sociales era una tarea para “mamones”. Tampoco quedó muy progresista que opinara que el electorado femenino tenía preferencia por Merkel.
No se apostó en exceso por jugar la carta europeísta: la sociedad alemana estaba influida por los titulares sensacionalistas del ‘Bild’ y las manifestaciones de Alternativa para Alemania (ADF) y sectores de la CDU, las cuales reproducen tópicos contra contra Grecia y el resto de PIGS. Las escasas proclamas proeuropeas de Steinbrück se vieron ensombrecidas por un rifirrafe absurdo, un charco en el que se metió él solo. Fue reprendido por el, a la sazón,presidente italiano, Giorgio Napolitan,o tras tildar de “payasos” a Silvio Berlusconi y Beppe Grillo.
Bien es cierto que el electorado alemán valoraba muy positivamente su tendencia a decir siempre lo que piensa, pero quizás se comportó de forma excesivamente histriónica para una sociedad poco proclive a la espontaneidad y los aspavientos, la cual tiene además como canciller a una mujer imperturbable. Ya a la desesperada, Steinbrück fue portada de la revista ‘Süddeutsche Zeitung Magazin’, en la que apareció haciendo un corte de mangas. El gesto le sirvió para darse más a conocer. Según una encuesta del instituto ‘Forsa’, un 62 % de los ciudadanos “desaprueban el gesto del político, que consideran inapropiado para alguien que aspira a ocupar la cancillería alemana”, tal y como refleja en una noticia del diario ‘ABC’.
El talento político y la locuacidad de Steinbrück están fuera de dudas. No niego que podría haber cosechado amplios apoyos entre la ciudadanía de haberse convertido en canciller. La cuestión es ¿era el candidato adecuado para sostener un relato alternativo a la austeridad y haber derrotado a Angela Merkel? La respuesta es, obviamente, no.
Fuente: Blog El Atril