Por: Jamer Chica
El 2016 es considerado el año donde las encuestas electorales perdieron todo tipo de credibilidad como consecuencia de los resultados adversos que arrojaron las urnas, el Brexit en UK, el Plebiscito en Colombia y la Elección Presidencial en los Estados Unidos, demuestran que acertar con alta probabilidad en una elección es una tarea compleja y casi imposible.
¿Cuándo se convirtió la medición y determinación del electorado en una actividad propia de la política?
Ola Babcock Miller, una conocida activista y defensora de los derechos políticos de la mujer, nació el 1 de marzo de 1871 en Iowa (EEUU), un Estado dominado por los republicanos. En 1927, después de la muerte de su esposo, fue candidata por el Partido Demócrata para ser la Secretaria de Estado de Iowa; Miller tenía dos fortalezas, su excelente capacidad de oratoria y su yerno George Gallup, un joven politólogo y matemático.
Gallup por petición de su suegra, investigó lo qué pensaban y lo que les preocupaba a los ciudadanos, aplicando para ello las primeras encuestas políticas de la historia. Ola Miller ganó las elecciones y se convirtió en la primera mujer en ser Secretaria de Estado de Iowa, gracias a la ventaja que tenía frente a su contrincante: saber exactamente lo que le importaba a la gente, lo que querían oír, lo que les preocupaba, elementos de los cuales se valió para construir su discurso.
Ola Miller y George Gallup sabían con certeza qué mensaje emitir a cada segmento de población con base en la información que habían adquirido previamente, desde entonces, las encuestas y la segmentación electoral se convirtieron en herramientas indispensables para cualquier campaña política que quisiera triunfar.
Al igual que Ola Miller, muchos candidatos han triunfado políticamente gracias a las herramientas de medición que han aplicado y a la segmentación electoral que han desarrollado. La segmentación permite identificar claramente el mensaje más oportuno para cada nicho poblacional, contribuye a despertar el interés de los ciudadanos, a ganar adhesiones de los simpatizantes y a generar movilización entre los votantes.
Cuando se conoce previamente la estructura que compone al electorado, se puede construir de una manera eficiente la estrategia, al identificar el momento clave para abordar a cada grupo y los medios empleados para tal fin. En este sentido, la clasificación del electorado se desarrolla teniendo en cuenta diferentes variables como son: la edad, el sexo, el rango social, la educación, los intereses, el territorio, los problemas comunes, entre otros.
No obstante, en virtud de la participación política se puede decir que la estructura del electorado se clasifica en: voto duro, voto blando, indecisos, voto de castigo y abstencionismo:
El voto duro. Hace alusión a los electores más fieles al candidato, son los más cercanos en virtud de su familiaridad, amistad o afinidad política, entre ellos están los simpatizantes del partido, razón por la cual comúnmente son los primeros en adherirse a la campaña.
El voto blando. Hace referencia a los electores que toman su decisión con base en las circunstancias de la elección, generalmente son los denominados “electores de opinión” puesto que están pendientes del debate, de las noticias, del discurso y de la plataforma programática de las campañas.
El voto de castigo. El voto de castigo tiene dos aristas. La primera es el voto en contra: lo utilizan aquellos electores que no siendo afines a ninguno de los candidatos, votan a favor de uno con el fin de no beneficiar a otro; y el voto nulo: es aquel utilizado por un elector que anula el voto porque ninguno de los candidatos de la tarjeta es de su agrado.
Los Indecisos. Son aquellos electores apáticos y/o desinformados que a última hora no saben a quién elegir, representan un importante porcentaje del censo electoral y se convierten en el principal objetivo de todos los candidatos en la última etapa de la campaña.
Abstencionismo. Representa un gran porcentaje de la población, su característica es no ejercer su derecho al sufragio, entre las principales razones que tienen es ser apolíticos. Este nicho poblacional cada vez es mayor, en algunas ocasiones llegan a ser el 50% del censo electoral.
Actualmente, el mercadeo convencional busca conocer con mayor grado de profundidad al consumidor, esto con el fin de ofrecer un mejor producto o servicio que satisfaga sus necesidades. En el campo de la estrategia política, los candidatos no pueden ser ajenos a la aplicación de esta táctica, toda vez que la pretensión va encaminada a estudiar de una forma exhaustiva al elector, segmentarlo y brindarle un mensaje que supla sus expectativas.
Contar con la suficiente información sobre la población votante, es ir un paso adelante en la elección, lo cual garantizara que se utilicen eficazmente los recursos físicos y humanos que se tienen para ganar. Por consiguiente, se dice que el diagnostico socio político es el corazón de la estrategia electoral; una campaña política sin estrategia es como un barco a la deriva, toda vez que el diagnóstico se convierte en el sustento de la campaña.
Fuente: Blog de Jamer Chica