«La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una importante». Con esa frase, atribuida al poeta griego Arquíloco, comenzaba Isaiah Berlin su influyente ensayo El erizo y la zorra de 1953. Para Berlin, están los erizos que «lo relacionan todo con una única visión central, con un sistema más o menos congruente o integrado, en función del cual comprenden, piensan y sienten –un principio único universal y organizador que por sí solo da significado a cuanto son y dicen–»… y las zorras, «quienes persiguen muchos fines distintos, a menudo inconexos y hasta contradictorios, ligados si acaso por alguna razón de facto, alguna causa psicológica o fisiológica, sin intervención de ningún principio moral ni estético». Con esta distinción, Berlin agrupó y clasificó a los filósofos: Platón, Hegel, Nietzsche, Proust y Dante son erizos. Herodoto, Aristóteles, Montaigne, Molière, Goethe y Balzac son zorras.
La tentación de hacer el ejercicio clasificatorio con nuestros políticos y políticas es estimulante…, y sugerente. Como ya se ha hecho, por ejemplo, en el mundo del management empresarial con Good to Great: Why Some Companies Make the Leap… and Others Don’t de Jim Collins. Pero volvamos a la política: ¿Qué animal es Rajoy, Mas, Lara, Díez, Iglesias o Sánchez? ¿Quiénes son zorros y quiénes son erizos? Las comparaciones entre animales y liderazgos políticos son frecuentes en la comunicación política, hasta el punto de que a muchos políticos se les conoce por el animal que representan. La pregunta sobre nuestros zorros y erizos parece oportuna ahora que, con tics fariseos, a algunos les sorprenda –o les preocupe o les irrite– la apelación a la astucia que ha hecho, recientemente, Artur Mas. «Determinación, firmeza, habilidad y astucia» son las claves, afirma el president, para el éxito de su pulso político.
A los zorros se les atribuye astucia y cautela, casi cobarde. Y a los erizos instinto y seguridad, no siempre fundada. Movimiento frente a firmeza. Iniciativa frente a pasividad. Sus fortalezas se nutren de dos maneras de ver a los demás y de verse a sí mismos. Pero las habilidades en el comportamiento que deben desarrollar ambas naturalezas animales son bien distintas. Vargas Llosa, en el interesante e imprescindible prólogo que escribe a la edición española del libro de Berlin, explica: «la zorra está confinada en lo particular. Para ella, en última instancia, lo general no existe: sólo existen los casos particulares, tantos y tan diversos unos de otros que la suma de ellos no constituye una unidad significativa sino, más bien, una confusión vertiginosa, un magma de contradicciones». Y continúa: «Disfrazado o explícito, en todo erizo hay un fanático; en una zorra, un escéptico. Quien cree haber encontrado una explicación última del mundo termina por acuartelarse en ella y negarse a saber nada de las otras».
La referencia a la astucia de Artur Mas ha recibido severas críticas. Aunque astucia es también lo que argumenta reiteradamente Podemos –en su reciente documento aprobado– para justificar, por ejemplo, por qué no deben presentarse a las próximas elecciones municipales. En el caso de Mas, a su astucia se le atribuyen connotaciones perversas, frívolas o irresponsables. Sus opositores muestran su irritación. Sus seguidores, sonríen indisimuladamente. Pero más allá de estas consideraciones, la astucia en política es clave. Y decisiva. Sustituir –o complementar– los argumentos por las habilidades que los harían posibles, creíbles o realizables es parte de la tradición política. Maquiavelo, en El Príncipe, señalaba: «conviene que el príncipe se transforme en zorro y en león, porque el león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los lobos. Hay, pues, que ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos. Los que sólo se sirven de las cualidades del león demuestran poca experiencia».
En las próximas horas, descubriremos la combinación –y su compatibilidad– de los conceptos «determinación, firmeza, habilidad y astucia» de Mas. La política se desplaza –o se instala, definitivamente– en el mundo táctico. Con el cálculo día a día, aunque los desafíos políticos se envuelvan de razones centenarias y futuros seculares. La táctica se ha apoderado del debate político, de la agenda política y del horizonte político. En términos de comunicación, nuestros líderes deberían releer las fábulas clásicas. Y estudiar a liebres y tortugas, zorras y erizos. Del comportamiento animal podemos seguir aprendiendo para conocernos mejor y para comprender a los demás. La política es ya una fábula permanente. Pura zoología.
Fuente: Blog de Antoni Gutiérrez-Rubí