10 razones por las que se vota a Donald Trump

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Por: Xavier Peytibi

En los últimos meses hay una búsqueda muy repetida en Google: “Por qué Trump”. Esa búsqueda, acrecentada especialmente a partir del supermartes, 1 de marzo, es un claro indicador de dos cosas: 1. De que la gente no se lo cree, y 2. De que la gente no entiende por qué sucede.

Búsqueda-en-Google-de-Why-Trump

Como yo tampoco lo tenía del todo claro o no me atrevía a publicar nada sobre el tema, he analizado diferentes teorías. En la mayoría de casos, quienes hablan de la causa del voto a Trump se quedan solo en la primera razón, pero he identificado unas cuantas más que pueden explicar el fenómeno:

1. Sus votantes son estúpidos y racistas

Sí, aunque parezca radical, es la principal razón esgrimida incluso por muchos analistas. Se habla de que solo le votan racistas, intolerantes y gente de clase baja sin estudios. De hecho, la grandísima mayoría de sus votantes son blancos de clase trabajadora. Esa es la razón de que se hayan dejado convencer por su discurso populista y que se dirige directamente a sus emociones y no a su cerebro. Pero como razón unívoca deja mucho que desear, y muchos otros analistas (más recomendables) sí aportan interesantes ideas, que comparto en el resto de este texto y que intento clasificar.

SNL Racist for Trump

2. Los cambios económicos

Thomas Frank, en The Guardian, se hace eco de un estudio publicado por Working America, que entrevistó a 1.600 votantes blancos de clase trabajadora de los suburbios de Cleveland y Pittsburgh en diciembre y enero. El estudio reveló que el apoyo a Donald Trump es alto entre esas personas, incluso en los que se identificaban a sí mismos como demócratas, y no porque deseen que un racista ocupe la Casa Blanca (esa es su tercera preocupación, muy por detrás de “buen empleo” y “economía”). Lo que hace que Trump se convierta en el líder favorito es “su actitud”, su contundencia y su forma directa de hablar. Esa actitud es la que quieren las personas que han visto como en los últimos 30 años su sueldo casi no ha subido aunque sí los precios de las viviendas. La economía ha mejorado un 48 % desde 1986, de acuerdo, pero esos beneficios han ido al 1 % de la sociedad; la clase baja y media casi no lo ha notado, independientemente del Gobierno que haya habido. Tampoco cobran subsidios, que van a minorías que probablemente son más pobres, pero que han llegado después. Para pagar una casa se necesita una media de 48 años, y los gastos médicos siguen siendo la razón número uno de que las familias quiebren. Es una realidad en todo el país. Nadie se ha ocupado de ellos y están cansados, hartos de escuchar falsas promesas. Trump les ofrece ese golpe en la mesa para decir basta, para decir que están cansados de que les tomen el pelo mientras su vida no mejora, mientras siguen con sueldos estancados, pagando precios increíbles por sus casas, por sus estudios, la sanidad que necesitan y, sobre todo, porque temen que sus hijos lo tengan aún peor. La crisis les ha atenazado e incluso afectado su vida. En un artículo de Gerry Willis se habla del aumento de suicidios, alcoholismo, drogadicción… en blancos pobres, cuya esperanza de vida se ha visto mermada. Es en estas zonas más afectadas, precisamente, donde había una correlación con una mayoría de votos a Trump en el supermartes. El hartazgo hace que, como indica Sean Illing, muchos de estos votantes “quieran un duro hijo de puta que derribe al establishment que ellos creen que les ha fallado”.

3. Los cambios demográficos

Como expuse en este artículo, durante las últimas dos décadas la parte asiática del electorado se ha triplicado y la parte hispana se ha quintuplicado. Disminuyen los ciudadanos blancos y aumentan los no blancos. Y, además estos “no blancos” tienen muchos más hijos e hijas (por cuestión de edad). Cada 30 segundos, un ciudadano Latino cumple 18 años y se convierte en potencial votante. Son 66.000 cada mes. El crecimiento entre los blancos está estancado. En 1990, el 32 por ciento de la población menor de 20 años era de una minoría, en julio de 2012, el 47 por ciento de los 82,5 millones de personas menores de 20 años en los Estados Unidos eran de minorías. Además, lo más interesante es, como indica Chris Cillizza, que además este cambio afecta a unos estados más que a otros, y que muchos de estos estados eran tradicionalmente republicanos. De repente, muchos ciudadanos se ven “invadidos” y no saben muy bien cómo sentirse. Si le sumamos la problemática económica, se puede entender que en algunos casos se use a las minorías como mera excusa de sus crisis personales y familiares. Es lo que en un reciente y recomendable artículo de George Lakoff, el autor llama la “causa directa”, que forma parte de la retórica republicana, versus la “causa sistémica” que esgrimen los demócratas para explicar los problemas. Para Trump, todo tiene un culpable. Las minorías ilegales son uno de esos problemas. Y la gente le cree porque ellos piensan lo mismo en sus casas aunque no lo puedan decir porque –obviamente- está mal visto. Es lo que Lakoff llama “lo políticamente correcto”, que ha impregnado la sociedad norteamericana durante muchos años. Ahora pueden seguir siendo correctos, pero pueden votar a Trump. Él será políticamente incorrecto por ellos, y lo ha demostrado en sobradas ocasiones durante estas primarias.

4. Los cambios sociales

Marc Bassets, en un muy buen artículo en El País, también habla de los cambios sociales como razón del auge de Trump y explica la “idea de la ansiedad”, teorizada por Shana Gadarian en su libro Anxious politics (Política ansiosa): “Para muchos americanos que pasan por dificultades financieras, existe una sensación de precariedad que les hace cuestionar la futura seguridad económica de ellos, sus familias y el país. A esto se suma una ansiedad profunda entre ciertos segmentos del público sobre los cambios demográficos y culturales que han ocurrido a un ritmo rápido en EE UU en las últimas décadas, como la diversidad racial o nuevos derechos civiles para gays y lesbianas”. La fórmula de Trump, según Bassets sería ansiedad + enfado: “mientras que la ansiedad lleva a la gente a querer sentirse protegida, el enfado le lleva a querer culpar y castigar a quien perciban como responsable de la ofensa”. El miedo es lo que mueve a las personas y es lo que mueve a los votantes de Trump. Miedo a no reconocer sus comunidades, la gente que les rodea, los cambios que la globalización comporta, no tener asegurados sus puestos de trabajo… Todo va demasiado rápido para muchas personas y no lo entienden, y no quieren que sea así. Trump es un modo de aferrarse a su concepción de la vida, a la nostalgia por su pasado y el de sus padres, por querer que sus hijos tengan como mínimo lo mismo que ellos tuvieron y no se pierda. Votando a Trump luchan también por romper el mundo cambiante que les rodea.

5. Quiénes votan en primarias

Los votantes de las primarias republicanas están mucho más radicalizados que en elecciones presidenciales. Un estudio del Pew Research Center demuestra que quienes votan en las primarias son mucho más conservadores que el votante medio republicano que sí vota en las presidenciales. Además, la grandísima mayoría son blancos. Casi no votan afroamericanos y latinos, ni siquiera en estados donde tienen gran población. Hay también una novedad. En estas primarias los votantes se han multiplicado por dos en algunos casos, participan más que nunca y, en su mayoría, lo hacen para aupar a Trump. En Alabama, por ejemplo, de 2012 a 2016 aumentaron en 200.000 votantes. Ese público, además, es sobre todo evangélico, unos votantes, blancos, que suelen votar siempre unidos y en masa. Haber conseguido este voto (un cuarto de la población estadounidense) es algo vital para Trump, ya que ha desplazado a Cruz y Rubio, los que en teoría deberían recibir esos votos de los conservadores religiosos, y que durante décadas han sido la base del partido republicano. Ahora han pasado de creer en “valores” a creer en “la vuelta de los valores”, que les ofrece Trump o, como indica Stephen Prothero, en los “valores nostálgicos”.

6. La retórica anti Obama


Desde que Barack Obama accedió al poder se le ha venido insultando, ya no por sus políticas sino por sus valores. Trump fue uno de los primeros en hacerlo, junto al Tea Party (que apoyó, por cierto, al resto de candidatos que aún quedan en la carrera electoral), dudando de la procedencia norteamericana de Obama, pero no fue el único ni mucho menos. Durante 8 años la retórica ha subido a unos niveles nunca vistos, espoleados por ciertos medios de comunicación y difundidos exponencialmente a través de las redes sociales. Tanto ha subido la tensión que ya nadie se escandaliza porque, por ejemplo, en las midterms de 2014, candidatos republicanos dijeran, como indica Bassets: que “terroristas islamistas podían introducir el virus del Ébola a través de la frontera con México”. El periodista cita un libro de Michael Grunwald, The new new deal, donde se indica que a muchos votantes de las primarias republicanas, durante siete años, se les ha dicho que “Obama era un usurpador ilegítimo que está matando América”. Siguiendo con Grunwald, “Trump sería un monstruo nacido de la retórica descontrolada del Partido Republicano”. El discurso ya no es político, es personal. Y no importa lo que se diga. El público se ha acostumbrado a que sea “normal”. Como mostraba Fareed Zakaria en El Confidencial, ahora muchos republicanos se echan las manos a la cabeza, pero ¿dónde han estado estos años?: “han alimentado al país con ideas acerca de la decadencia y traición. Han alentado a las fuerzas del anti-intelectualismo, obstruccionismo y populismo. Han coqueteado con la intolerancia y el racismo. Trump solo optó por aceptar todo desvergonzadamente, diciendo claramente lo que llevaban insinuando durante años. Al hacerlo, ganó la lotería”. Toda la retórica republicana, o al menos de muchas de sus cabezas visibles, ha virado hacia el insulto y ver quién la dice más gorda. Todo vale. Eso les consigue visibilidad en determinados medios y, por ende, entre la ciudadanía. Lo que dice Trump, entonces, no parece tan grave para quien está acostumbrado a estos mensajes.

7. La personalidad de Trump

Es un hombre hecho a sí mismo, que ha demostrado que puede mandar. En este sentido, se reconoce su liderazgo y ser un ganador. Precisamente para él solo hay ganadores y perdedores: por ello llamó perdedor y no héroe a McCain, hecho prisionero en Vietnam. Además, está alejado del partido y, por tanto, del establishment. Su comunicación es omnipresente, escribe sus propios tuits y hace llamadas constantes a programas de televisión, o acude a ellos. Y a los medios les encanta no tanto por quién es o lo que dice, sino porque consigue audiencias increíbles si se compara con el resto de candidatos. Ha recaudado cinco veces menos que Jeb Bush, pero no le importa, no necesita el dinero para aparecer en los medios o para tener visibilidad. Es totalmente independiente en este sentido. Es millonario, por lo que no depende de nadie, ni del establishment ni de donaciones de lobbies. Su comunicación es también dinámica, nunca suele responder ataques ni situarse a la defensiva, sencillamente porque son sus adversarios quienes deben luchar contra lo que Trump les dice. Acapara toda la comunicación y es un líder que agrada a la prensa porque les da cosas nuevas de las que hablar constantemente –no como el resto de candidatos- y audiencia, y se comunica constantemente con los periodistas. Además, mientras que otros candidatos dudaban en ir a entrevistas, Trump lo hacía constantemente, mostrando que sabe hablar en público y que incluso debate mejor que muchos políticos bregados en esas lides.

8. El mensaje

Se le acusa de tener un mensaje racista y anti minorías, pero, como indicaba Thomas Frank, si hay algo que caracteriza su mensaje es hablar del comercio, de empleo, de dinero que ahorrarían la clase baja y media, de corrupción, de las necesidades del día a día de los trabajadores norteamericanos: “de las numerosas empresas que han trasladado sus centros de producción a otros lugares, las llamadas que hará a los presidentes de esas empresas para amenazarlos con elevar los aranceles si no vuelven a Estados Unidos. […] bajo su dirección, el Gobierno podría “empezar a hacer una oferta competitiva en la industria farmacéutica” (para reducir el precio de los fármacos). […]como él mismo es tan rico, no se va a ver afectado por estos grupos de presión empresariales ni por las donaciones. Debido a que está libre del poder corruptor de la financiación de campañas”. Tampoco se contradice, ya que sus empresas se nutren de trabajadores estadounidenses, como dice Lakoff, sin irse fuera del país. Se lo puede permitir. Además, sus mensajes apelan a volver a los orígenes, al poder para la gente y conseguir que mejoren todos, y no solo las grandes empresas. En un artículo en El País, Andrea Ricci comparaba a Trump con Berlusconi y otros actuales líderes europeos como Le Pen en Francia, Orban (Hungría), Kacynsky en Polonia, no por su ideología en sí, sino por su retórica de “volver al buen pasado”: “ambos parecen capaces de hablar a los amplios sectores de las sociedades occidentales decepcionados por el tiempo moderno. A esos individuos inquietos por las transformaciones inducidas por las migraciones, descabalgados de su estatus laboral por la globalización y las revoluciones tecnológicas, despojados de la convicción de que el futuro siempre sería mejor. Individuos en dificultad y desorientados, nostálgicos por tanto del pasado y sus valores”.

9. El partido republicano

Hasta hace pocas semanas, y tal vez incluso ahora, se sigue dudando de que Trump pueda ser candidato ganador de las primarias. Pese a que todo parece indicar que pueda serlo, la mayoría del partido se sigue negando a creerlo, basándose, como indica Daniel Drezner, en los análisis de unos politólogos que están fallando en todo lo que anunciaron. En el partido parecen vivir en una nube sin darse cuenta todavía que solo quedan sus candidatos más radicales y no los más moderados y cercanos el establishment. Estas primarias son una derrota dolorosa para el partido republicano, que ha visto cómo sus votantes se han cansado de ellos y de sus favoritos. Tan sólo pongo dos datos de encuestas para observarlo: en Michigan y Mississippi nueve de cada diez votantes estaban “insatisfechos” o “enojados” con Washington y sus políticos. En Nevada, el 70 por ciento de los votantes de Trump dijo preferir un candidato anti-sistema a uno con cualquier experiencia en la política. Nadie confía en el partido, mientras que el partido aún no ha entendido que Trump es un peligro real. Además, tampoco les gusta demasiado Cruz. El dinero para campaña negativa por fin está llegando (13 millones estas dos últimas semanas), pero no ha funcionado por ahora. En estos momentos, la esperanza para el GOP es llegar a una convención abierta, como la de 1976, para que desde el partido puedan situar a Romney o a Paul Ryan como candidato. Es su única esperanza a menos que los resultados de estas próximas primarias cambien.

10. El contexto

Es momento de cambio, de hartazgo. El nivel de confianza en el Congreso es mínimo. La gente tampoco confía en el partido republicano que han votado toda su vida. Trump surge con un mensaje que les emociona, aunque a menudo no sea racional. No les importa. Hace 4, 8, 12 años no hubiera llegado a ningún sitio. Ahora ese mensaje puede llevar a luchar por la Casa Blanca. Además, Trump se ha encontrado con una división política en estas primarias. Bush luchó contra Rubio y perdió, Kasich le ha quitado unos 91 delegados a Rubio (y pueden ser muchos más) con lo que la campaña seguiría dividida hasta de aquí muchas semanas en un momento en que en la mayoría de los estados ya tienen primarias mayoritarias, donde el ganador se lleva todos los delegados. Lo indican muy bien Cusack y Swanson en The Hill: “el tiempo lo es todo en la política, y el ciclo 2016 es el tiempo de Trump”.

Mucha gente seguirá opinando que la razón número 1 es la única explicación. Yo creo que es un poco de todo. Veremos, en cualquier caso, si en las próximas semanas aún siguen habiendo votantes con razones para votar por Trump, sean cuales sean.

Este es un resumen, muy aumentado, de una parte de la charla que dí en el Club Còrtum el 10 de marzo, sobre las primarias de 2016.

Fuente: Blog de Xavier Peytibi