Por: Xavier Peytibi
Platón decía “una sociedad de filósofos no necesitaría gobierno, pues estaría regida por el logos”. Pero el propio filósofo griego añadía: “pero hete aquí que nuestra alma no es sólo razón, sino que en ella domina la oscura fuerza del eros: pasiones, deseos, afectos, manías, entusiasmos…, determinantes esenciales de la naturaleza humana”. Nos dominan las emociones, en la vida y en la política. De hecho, un estudio de 2011, denominado “When endocrinology and democracy collide: Emotions, cortisol and voting at nacional elections”, demuestra como las emociones tienen mucho que ver con la política.
En su análisis, midieron el cortisol (hormona que se libera como respuesta al estrés emocional) en diferentes personas, días antes, durante y justo después de ir a votar. Justo en el momento de depositar el voto, el nivel de cortisol se había multiplicado por cinco.
La emocionalidad en campaña es, pues, básica, si queremos movilizar al electorado, y la mejor manera de conseguir emocionar es mediante contenidos audiovisuales. Una propuesta o idea, o la imagen que tenemos de un político se puede transformar en algo perdurable en la mente del votante si existe un apoyo audiovisual. La razón es sencilla: son más fáciles de interpretar las imágenes que las palabras. La capacidad receptora que tiene el cerebro se le atribuye a los sentidos, y en efecto la mayor parte de lo que recordamos se debe a las imágenes. Eduard Punset indicaba que “la imagen cuenta como instrumento de permanencia o duración de la memoria. Sin imagen es difícil que algo se asiente en la memoria a largo plazo. Y sin memoria a largo plazo no se produce la reacción querida: un sentido determinado del voto”.
Es en este contexto donde el uso de spots electorales se convierte en algo elemental. El spot electoral, sea en televisión o –en los últimos años- a través de Youtube, se ha convertido en una herramienta básica a la hora de mostrar el mensaje de un candidato. A través de ellos podemos redefinir la imagen que los votantes poseen de los diferentes candidatos, sin pasar por la prensa u otros medios. Es un mensaje directo al elector que queremos, totalmente segmentado. De ahí la aparición de minorías en el spot de Hillary Clinton, o de trabajadores blancos, familias y banderas americanas en el de Ted Cruz, por ejemplo.
Llevar nuestro mensaje a nuestros potenciales votantes, movilizarlos, hacer que recuerden al candidato y a su mensaje, es el objetivo. Además, como indican Virginia García Beadoux y Orlando d’Adamo, existe un considerable acopio de datos que indica que los spots políticos afectan a quienes los ven: se ha encontrado una relación positiva entre los resultados electorales y los gastos en publicidad televisiva que realizan los candidatos, así como también que los spots políticos televisados producen una variedad de efectos sobre el recuerdo, las actitudes hacia los candidatos y la intención de voto.
Las emociones, positivas o negativas, afectan el modo en que la información es codificada. En otras palabras: las emociones ayudan a la gente a recordar los mensajes políticos. Hay incluso estudios que demuestran que la emoción en campaña electoral consigue aumentar la participación electoral, especialmente con mensajes apelando al miedo.
Y de todo ello se aprende, elección tras elección. Si en 2004 un spot con un relato emotivo como el de Ashley Faulkner dio alas a la campaña de George W. Bush, en esta interesantísima campaña argentina, que decidirá su Presidente en octubre, destacan los vídeos que el candidato Scioli está lanzando estos días.
Su lema es “Para la victoria”, y lanza vídeos con diferentes victorias personales de diferentes hombres y mujeres, que fueron ayudados por Scioli mientras ha sido gobernador de la provincia de Buenos Aires (la victoria de la inclusión, de la familia, de la educación, etc.). Se trata de testimoniales, de gente que explica en primera persona su vida y cómo ha afrontado los retos, gracias al candidato o a lo que él hizo en política, y cómo este hecho les ha conseguido cambiar la vida. Hablamos de spots totalmente emocionales, de relatos personales, con nombre y apellido, de búsqueda de empatía. Recomiendo verlos pero, especialmente, la historia de Julieta:
Intenta llegar al corazón de los votantes, a sentirse identificados con Julieta, a llorar con ella. Intenta que al emocionarnos consiga hacernos recordar ese spot, y que lo recordemos durante toda la campaña. Que recordemos, hasta que nuestro cortisol se multiplique por cinco en el momento de depositar nuestro voto, quien ayudó a esta mujer a tener un hijo.
Fuente: Blog de Xavier Peytibi